lunes, 2 de junio de 2008

“Habla como un libro” / “Escribe como habla”. ¿Es eso posible?

Aunque la humanidad usa las técnicas verbales para comunicarse desde hace siglos existen diferencias muy marcadas entre hablar y escribir, las cuales permiten comprender que siempre son producidas en un tiempo y espacio a pesar de la dialéctica recíproca entre ellas. Cuando una persona escribe –desde una oración hasta un libro de quinientas páginas- se hacen presentes una serie de normas reguladoras cuya función además de identificar el tipo de texto, es ayudar o entorpecer la comprensión del lector, ya que éste y el autor generalmente se encuentran en contextos diferentes; para hablar es menester la presencia de mínimo dos personas en una situación determinada donde el hablante no necesita emplear el uso de mayúsculas, puntos, comas para realizar dicha acción con éxito.

Generalmente, un individuo aprehende a hablar desde muy temprano, antes de los tres años, aunque estudios han demostrado la existencia de “niños lobo” quienes demuestran las limitaciones que tienen los individuos, incluso, para hablar. Tener una conversación parece ser muy fácil, siempre se obvian las interferencias directas que presenta, tales como: ruido, distancia, entre otros, así como también son obviadas las repeticiones usadas por el hablante para cerciorarse que lo que ha dicho se ha comprendido.

Concerniente a la escritura, no es necesario caer en redundancia para hacer un texto comprensible, pues el lector leerá las veces que considere necesario. En el acto de escribir se hace estricto el uso de los signos de puntuación para dar cuenta de la entonación adecuada para captar el mensaje, de igual forma se exige el uso de títulos y subtítulos dependiendo del texto, la sintaxis en la escritura es más explícita y también en este acto se jerarquiza la información utilizando conectores que algunas veces son usados en el habla para tratar de borrar lo que se ha dicho.

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